Ted Jones era un chico
normal de 17 años de pelo moreno corto y alborotado, ojos castaños, estatura
mediana y complexión ligera. Era un joven brillante con un porvenir muy
prometedor. Vivía en un planeta colonizado unos 200 años atrás por los humanos
y que éstos consideraron como un lugar ideal, por lo que le pusieron el nombre
de Utopía. Todo el que se podía pagar el traslado a este planeta, lo hizo, pero
el pasaje era caro con lo cual solo la gente más acomodada pudo mudarse a esta
tierra prometida.
La sociedad de Utopía era
perfecta, no había disputas ni crímenes y la gente parecía feliz. Cada persona
al cumplir los 18 años pasaba por una prueba que determinaría su profesión
futura y por tanto los enviaban, o bien a la facultad, o bien a aprender el
oficio para el que fuesen más aptos. Una vez asignado el futuro oficio, les
implantaban un chip que les identificaba como aptos para ese determinado
oficio, aunque éste no se activaría hasta que no finalizasen su preparación.
Tampoco había contaminación ya que descubrieron una nueva fuente de energía
renovable y 100% eficiente,
A Ted todavía le faltaba un
año para su examen, pero no se veía muy preocupado por ello. El vivía
felizmente el final de su adolescencia, tenía una novia, Mary Weather una
preciosa chica de 16 años, pelirroja y con unos grandes ojos de color verde
esmeralda. Era una chica dulce y cariñosa y Ted esperaba poder casarse con ella
algún día.
Un día Ted vió algo extraño
que llamó su atención. Iba caminando por la calle de camino a casa de Mary cuando
observó a unos hombres con traje negro atravesar la pared de un callejón. Su
sentido común le decía que sería mejor no acercarse, ya que se podía meter en
un lío, pero siempre había sido muy curioso y quería averiguar qué había pasado
y como había sido posible tal prodigio.
Tras dudar un rato, se dirigió hace el lugar
por donde habían desaparecido los hombres. Tras examinarlo se dio cuenta de que
era un holograma y lo atravesó. Al hacerlo se encontró con unas escaleras que
bajaban y las siguió durante aproximadamente una hora. Al llegar abajo se
encontró con un enorme espacio abierto al que no parecía llegar la luz del sol ya
que la ciudad se encontraba suspendida encima de donde se encontraba sostenida
por enormes pilares que se hundían en lo que parecía ser un profundo océano.
Ted se encontraba en un plataforma que había ligeramente por encima del agua y
lo que vió en aquella zona en eterna penumbra le dejó boquiabierto.
Extraños seres humanoides de color azulado,
con piernas y brazos como los humanos pero con branquias en el cuello,
membranas entre los dedos de manos, una cola de
pez que le bajaba desde la parte baja de la espalda, y en el centro de
la misma, una aleta. Aquellos hombres-pez estaban sumergidos en una especie de
contenedores de cristal individuales con
un líquido verdoso que iluminaba la zona con un toque siniestro. Había números
cables conectados a los cuerpos de aquellos extraños seres.
Mientras observaba
horrorizado aquel grotesco espectáculo, Ted escuchó unas voces que se iban
acercando y decidió esconderse detrás de los contenedores, que al parecer eran
opacos por ese lado.
Los dos hombres que se
acercaban eran los que Ted había visto entrar antes que él. Uno era alto y
corpulento, de tez oscura y completamente calvo. Llevaba un traje negro con
camisa blanca, corbata negra y gafas de sol. El otro era más bajo, delgado y
pelirrojo con una coleta que le empezaba a la altura del cuello y de tez
blanca. Llevaba un traje similar a su amigo pero sin corbata y con la chaqueta
abierta y los botones de arriba desabrochados.
-Parece que todo está
correcto, no sé por qué habrá saltado la alarma- dijo el pelirrojo.
-O eso, o quien quiera que
sea que entró nos ha dado esquinazo- puntualizó el otro.
-Eso es imposible hombre, a
nosotros nunca se nos ha escapado nadie- replicó el primero.
-Siempre hay una primera vez
para todo, debemos revisar las cámaras de seguridad – dijo el gorila.
-Vale, a ver si así te
convences y dejas de darme la vara- replicó el más bajo.
-Si alguien descubre que la
“misteriosa” fuente de energía es ésta, La Compañía tendrá serios problemas, y
nosotros con ellos. No podemos permitir que se escape nadie por improbable que
parezca que alguien lo haya hecho, debemos asegurarnos.- le sermoneó el otro.
-Vale, vale… me has
convencido, comprobemos eso y luego vayamos a tomarnos unas birras, que bien
que nos las hemos currado- dijo el pelirrojo zanjando la discusión.
Ted escuchó espantado
aquella conversación. Por lo que él pudo deducir, los hombres-pez eran la
fuente de energía renovable que surtía a todo el planeta, pero aquello violaba
las leyes contra explotación y esclavismo de especies. Y lo que es más,
aquellos seres, eran la especie autóctona de Utopía. Pero la historia de aquel
planeta no hablaba de ninguna especie humanoide que habitase ese planeta. Aquel
asunto le dejó muy preocupado, sabía que debía alertar a las autoridades
interplanetarias, pero si le descubrían intentarían hacerle callar antes de
tener la oportunidad de hacerlo.
Ted esperó un buen rato
desde que se fueron los hombres de negro y salió por donde había entrado. Al
llegar a la “superficie”, Ted volvió a su casa, creyó que no debía contarle
nada a Mary de lo ocurrido y aunque odiaba tener que mentirle, le pondría
alguna excusa para que no se preocupase. La llamó y le dijo que recordó que
tenía algo urgente que hacer y que no pudo avisarla antes. Ella pareció
creerle, era tan buena chica… eso le dolió aún más a Ted, le había mentido,
“pero lo hago para protegerla” se dijo a sí mismo.
Cuando iba camino a casa un
hombre encapuchado le interceptó y se lo
llevó en su aero-moto de paquete. Ted intentó resistirse pero el hombre lo dejó
inconsciente de un golpe en la nuca.
Cuando volvió en sí, Ted vio
que un hombre con el pelo rubio alborotado y unos extraños ojos azules estaba
junto a él en una especie de almacén abandonado.
-¿Quién eres y porque me has
traído aquí?- preguntó Ted, asustado.
-Quien soy no importa, lo
importante es que corres un grave peligro- dijo el joven misterioso.
-Has visto algo que no
deberías haber visto, y en cuanto revisen las grabaciones van a vernos a ambos
y nos buscarán- añadió
-Tú eres el que…- empezó a
decir Ted.
-Sí, yo fui el que se coló
primero y a quien ellos buscaban- terminó de decir el otro, cortándole.
-¿Quiénes son?- Preguntó
Ted, intrigado.
-Lacayos de La Compañía de
Energía Utopía, la que gobierna nuestro mundo. Yo antes trabajaba para ellos,
pero en cuanto descubrí la verdad tuve que dejarlo- Dijo el rubio.
-¿Y que hacías allí dentro?-
Inquirió de nuevo Ted.
-Intenté liberar a los
Aquariam, los hombres-pez de su cautiverio y explotación. Y antes de que lo
preguntes, no se puede contactar con la policía intergaláctica y el planeta
está cerrado desde hace 20 años, nadie puede entrar ni salir por la cuarentena-
Explicó el misterioso joven.
Convencido con las
explicaciones y tras seguir charlando con el joven que le había secuestrado
bruscamente, que se hacía llamar a si mismo Al, Ted urdió un plan para liberar
a los Aquariam y castigar a la compañía.
-Sinceramente chico, me
pones los pelos de punta- le dijo Al.
-Es la única solución
posible, pero me pregunto si alguien podrá llevarla a cabo- dijo Ted.
-Dado que nos buscan a ambos
y seguramente nos cazarán antes o después, no nos queda más remedio que hacerlo
nosotros- dijo con cierto desagrado Al.
Durante varios días, Al y
Ted recorrieron el mundo de Utopía eludiendo a las autoridades, sufriendo
persecuciones y advirtiendo a todo el que quisiera oírles sobre el temible
secreto que se escondía bajo las ciudades. También les advirtieron de que
hicieran como que no sabían nada y que nunca jamás les habían visto. Mucha
gente les tomó por locos, eran considerados criminales y pocos se acercaban a
ellos a pesar de que iban encapuchados para que no les reconociesen. Pero Ted
sabía que, si en cada rincón lograba que al menos una persona les escuchase y
comprendía la situación, era una pequeña victoria en su revolución. Pero nunca
le dijo nada a Mary, a ella no podía involucrarla, sabía que era muy
peligroso y la dejó tan pronto empezó con el plan, le dolió mucho hacerlo pero
mucho más le habría dolido involucrarla y que sufriese el mismo aciago destino
que a él le esperaba.
Tras terminar con su plan,
Ted y Al, fueron apresados cerca de Ciudad Capital. Fueron juzgados y condenados
a muerte por alta traición. La ejecución se emitiría por todo el imperio humano
en directo y eso es lo que ellos querían. Podrían hacer llegar sus últimas
palabras a las autoridades y que ellos tomasen cartas en el asunto.
Al llevarlos al verdugo, un
hombre corpulento que portaba un espectacular espadón de hielo-acero, una
aleación especial que se encontraba sólo en los casquetes polares de Utopía, este les preguntó:
-¿Cuáles son tus últimas
palabras, chico?
-¡¡¡Libertad para los seres
oprimidos de Utopía!!! ¡¡¡Los Aquariam son una raza inteligente usada como
fuente de energía!!!- dijeron ambos antes de morir pero Ted, antes de que el
verdugo bajara su espada, dedicó sus últimos pensamientos a su amada Mary,
mientras las lagrimas empezaron a recorrer sus mejillas. El verdugo bajó la
espada dos veces y cortó el cuello a ambos jóvenes y la llama de la vida
desapareció de sus ojos para siempre.
Y así fue como un par de chicos,
con un valiente sacrificio, desencadenaron una revolución que acabaría con la
injusticia cometida en Utopía durante más de 200 años.
FIN